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jueves, 6 de febrero de 2014

PASAJES HISTORICOS DE CALACOA-BELLAVISTA

La gente de antaño de Kalacua y Putina, solía contar con orgullo y satisfacción, que entre los años de 1900 a 1960, tuvieron una vida agitada y azarosa, porque en este periodo se hicieron realidad varios proyectos anhelados por los naturales.
Entre los proyectos de envergadura, cuya concretización costó dolor y lágrimas, además de esfuerzo y sacrificio son: la compra del valle de San Cristóbal (1906), creación del distrito (1944), la nueva habilitación urbana de Calacoa-Bellavista, construcción del acueducto de San Cristóbal (30) y la ejecución de la carretera (50).
Para hacer realidad el sueño de todos los tiempos y concretar este caro anhelo, los “cabecillas” de estas comunidades han actuado como buenos estadistas, logrando derrotar primero a la oposición pesimista, en segundo lugar al sub desarrollo y en tercer lugar al flagelo de los fenómenos naturales.
Kapuntopampa (lado oeste) y Kallsaypampa (este) se llamaba la antigua colina de grandes torbellinos y fuertes vientos. Era una pampa polvorienta y un paraje poco fértil, cuando aún nadie presagiaba que este pedazo de tierra sería la acogedora del futuro y prometedor asentamiento humano denominado CALACOA-BELLAVISTA.
En medio de inmensas piedras que aparentaba ser un “jardín pétreo”, cuyos pasadizos eran matizados con el verdor de la chilca y la tola, entre otros montes silvestres, yacía el panteón donde daban el último adiós a sus seres queridos. También era el lugar propicio para hacer chuño en la época de noches heladas de invierno.
Además, era escenario propicio para comer el rico “chupe” y danzar junto a los negros, jarp’as y zambas al compás de los pules y/o del charango, luego de haber cumplido con la faena de relimpiar la acequia “grande”. Labor festiva de los aborígenes de “Kalacua y Putina”.
Es aquí donde el día apacible de aire melancólico de Todo Santos, solía convertirse por las tardes pálidas de sol amarillento en un volcán de fuego incontenible, cuando los jóvenes coetáneos de ambos pueblos salían a desafiarse: primero para demostrar con destreza su fuerza varonil mediante golpes a puño limpio, y finalmente terminar en una lucha campal; costumbre tradicional que fue perdiendo su auge furioso conjuntamente con la desaparición del antiguo camposanto.
Esta pampa era al mismo tiempo mudo testigo de los quehaceres nocturnos de los “yatiris o laycas”, encargados especiales de acceder ante los seres “supremos” del bien o del mal, mediante plegarias y mesadas, con el objeto de lograr una vida dichosa o derramar sus maldiciones, para arruinar a otro ser que se cruzó en el camino.
Lo más probable es que en ese entonces, muy pocos soñaban que aquel inhóspito y frígido lugar sería escenario de importantes acontecimientos; sin embargo, la inclemencia y el desafío constante de los fenómenos naturales, hizo que los habitantes de las comunidades de Kalacua y Putina, pongan empeño en la reubicación de sus terruños para guarecer en un aposento de mayor garantía.
Para lograr ese objetivo, se vieron obligados a deshacerse del cementerio que se encontraba enclavado en el corazón de la pampa (actual Centro de Salud). Por supuesto que dicha tarea no fue del todo fácil, pero tampoco podían dar marcha atrás, teniendo en consideración la urgente necesidad y la premura del tiempo. 
Es así como se animan a reubicar a sus seres queridos que se fueron sin retorno al “más allá”. A partir de entonces, el panteón de viejas y caídas cruces, pasó a ser el mejor campo deportivo recreacional de la época, que en adelante sería escenario de innumerables jornadas deportivas al servicio de varias generaciones. 
Aunque la distancia de la nueva urbe se hizo poco más alejada del clima templado, además del rico aroma de las flores y las plantas que rodeaban a los pequeños pueblecitos, de pronto tuvieron que conformarse con la rápida llegada de los rayos solares de las mañanas y con la friolenta polvareda del atardecer pampeño.
CALACOA-BELLAVISTA UNIDOS PARA SIEMPRE
La aparente belicosidad y el orgullo separatista que siempre dejaron traslucir los habitantes de estos pueblos, hace presumir que entre ambos nunca hubo esa unidad sin límites; pero el trabajo mancomunado que siempre han mostrado en el camino recorrido, también es señal de que el uno es imprescindible para el otro; es decir,  ambos se necesitan para seguir haciendo historia. Dentro de esa relación que aparentemente refleja una férrea unidad entre ellos, también suele resaltar esa costumbre vanidosa de corte divisionista, que de pronto es superada con sapiencia e inteligencia.  
Sin embargo, está demostrado que en medio de satisfacciones y sin sabores, las mujeres y varones de Kalacua y Putina, siempre han logrado en forma conjunta muchos y grandes  objetivos. Es que por sus venas fluye la sangre aimara, tienen las mismas costumbres, y llevan consigo el mismo abolengo. Más aún, son amigos entrañables que juntos han recorrido el largo trecho de sus vidas, y como buenos vecinos, han sabido superar las vicisitudes del momento. 

Ahí está CALACOA-BELLAVISTA,  un pueblo incomparable, que como producto de la ardua labor de sus hijos de antaño se yergue imponente y orgulloso; mientras  espera impaciente el esfuerzo sincero y honesto de sus “líderes”, para seguir forjando su desarrollo acorde con la evolución social, político, económico, tecnológico y cultural de la humanidad. La antigua colina de los que se fueron sin retorno, hoy es cuna de grandes y prósperos ciudadanos. La otrora pampa cenicienta es la llamada a ser protagonista de hechos importantes…pero eso será cuando sus autoridades trabajen con honradez y visión de futuro.  

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